
ANDA Y DILE
Anda, detente en sus ojos
y dile que aquella mujer de elevadas caderas no eras tú.
No he querido querer siendo humo, plagarnos de risas violetas
a mis 22 aún no , y sin embargo te llenaron de días prohibidos.
Mi última palabra fue un barco que huyo explicándome el camino
y simplemente se fue.
La habitación se ha vuelto en mí.
No calcines más este recomienzo
que tu lengua rosa estira si recién es mediodía
y aún nos ven.
Con la luna hecha nudos en tu vientre,
allá, donde las golondrinas vuelven a mis pies,
no levantes la esperanza, ni la eches a volar si está llena.
Anda pequeña muda,
anda llena de mudez,
anda sobre tus pies de sombra. Corre. Comienza la carrera.
Sin labios para descubrir mi voz,
es la sed quien guarda entre sus dedos -siempre-,
nuestro último gran recurso: Mirar sus ojos con la intensidad de la desesperación, sí,
saciarlos de primavera,
y escuchar con la suavidad de una oración,
en qué parte de su existencia
acaecen tus mañanas de improfundo atardecer.
© Giuliana Llamoja